La festividad de Todos los Santos es el día señalado. Las personas queridas que nos han dejado están presentes todo el año en nuestra memoria, pero es justo ese día, un 1 de noviembre, cuando adquieren todo el protagonismo y subimos al Cementerio de Sant Antoni Abad a visitarlos.

El camposanto es lugar de peregrinaje para familias enteras que acuden a ver las tumbas en las que descansan sus seres queridos y honrarlos con su silencio.

En días anteriores han ido subiendo con flores, naturales o artificiales, han limpiado las lápidas y han dejado los nichos con un aspecto inmejorable. La suma de las flores de distintos colores en los bloques y en las tumbas dan unas imágenes de gran valor estético.

El Cementerio, especialmente ese día, presenta sus mejores galas, y sus calles son un hervidero de visitantes, que dedican parte de la mañana o de la tarde a recordar a padres, hijos, abuelos, esposas, maridos… que en su momento dijeron adiós.

En el caso concreto el Cementerio de Alcoy se encuentra dentro de la Ruta Europea de Cementerios y se realizan visitas guiadas por historiadores bajo el nombre ‘La ciutat dormida’ que cuentan con una gran respuesta de público.

Entre sus puntos más atractivos encontramos las galerías subterráneas semejantes a las catacumbas, el cementerio viejo, la pirámide de la entrada y en especial los panteones exentos.

Entre ellos destaca el de Agustín Gisbert Vidal, diseñado por Fernando Cabrera, dado que este industrial fue su mecenas primero y su suegro después, y realizado por el arquitecto Vicente Pascual y el ingeniero José Cort Merita. Este panteón ganó el Concurso de Cementerios de España organizado por la revista ‘Adiós’ al mejor monumento arquitectónico.

Se trata de un camposanto que data del siglo XIX con un proyecto del ingeniero Enrique Vilaplana en la carretera de la Font Roja. En los últimos años se han mejorado las calles y se ha incorporado un servicio de incineración.