Artículo de opinión de Bartolomé Sanz Albiñana, doctor en Filología Inglesa.
Si sufren de insomnio, les doy a dar un consejo que ha funcionado con quienes lo han probado. Consiste en lo siguiente. Sintonicen su emisora favorita o la que más detesten pues el efecto es el mismo. Tengan a mano una cassette libre para efectuar una grabación —si son más jóvenes, entonces estarán duchos en otros métodos más sofisticados y modernos— y actúen en el momento en que un político del signo que sea explica la política económica que propugna su formación.
Eso sí, háganme caso y por nada del mundo se les ocurra leer ningún artículo sobre ese tema en ningún diario, ni tampoco escucharlo en boca de alguno de estos profesionales mientras se explaya con todo lujo de detalles porque seguramente les entrará migraña y tendrá el efecto contrario al que se perseguía. Bueno, cuando la hayan grabado, la rebobinan mientras se cepillan los dientes antes de acostarse. Se meten en la cama, aprietan el play y en pocos minutos el discurso político-económico surte efecto. Si son perseverantes y repiten la operación unas cuantas noches, es posible que incluso aprendan de memoria alguna frase, la rumien a continuación y, ¡zas!, inconscientemente la suelten en el transcurso de una cena o una charla informal sorprendiendo a propios y extraños. Las frases siguientes han salido de la boca de un político que sigo con atención, mientras yo mismo intentaba conciliar el sueño una noche: “Que la deuda sea un 100% del PIB es motivo de preocupación; más preocupante aún es el ritmo al cual crece, y otra consideración importante es el precio al que se paga esta deuda. No es lo mismo una determinada cantidad a un precio, que a un precio menor”.
Poco a poco, con la ayuda de las cintas grabadas, me voy notando más desenvuelto en este tipo de discurso, y el pasado fin de semana, después de la segunda cerveza en el bar, espeté con toda naturalidad: “¿Por qué el exceso de liquidez en Alemania no llega en forma de crédito a las empresas y a los consumidores españoles? ¿Por qué el mercado interbancario entre Alemania y España no funciona? ¿Por qué el BCE tiene dudas manifiestas sobre cuál tiene que ser su política monetaria, atendiendo al hecho de que en algunos países, sobre todo en los países centrales del sistema monetario europeo, la liquidez es abundante y en los países periféricos es muy escasa?”.
Los contertulios, conociendo mi aversión a este tipo de discurso, se quedaron boquiabiertos. Bueno, en un abrir y cerrar de ojos me había quedado solo en la barra. Únicamente me seguía atentamente el barman, que, sin habérselo pedido, me servía otra caña después de haber secado los vasos con un trapo que pendía de su cintura. Vi que estaba muy interesado en toda esa serie de preguntas retóricas que ningún político contesta y pronto me interpeló con las suyas: “¿Y de paro sabes algo? ¿Tienes alguna medicina para los que tenemos dificultades para pagar el alquiler o la guardería de nuestros hijos o no sabemos qué hacer con la hipoteca?”. Le contesté que había leído hacía unos días que el presidente del gobierno había dicho que ellos (el gobierno) sabían lo que tenían que hacer. La frase textual en estilo directo era: “El gobierno sabe lo que hay que hacer”.
Los políticos, de cualquier modo, merecen nuestra comprensión porque la interpretación de la partitura musical de la crisis no les debe resultar nada fácil a medida que avanza este concierto dodecafónico, y a muchos escuchantes, a juzgar por la interpretación que les llega, les da la sensación de que, o bien los músicos están interpretando piezas diferentes, o muchos han colocado en el atril la partitura musical boca abajo, o quizás no han afinado los instrumentos adecuadamente.
Cuando salía del bar me detuve unos minutos en la “mesa de los expertos en economía” que hay en todo buen bar que se precie para ver qué decían los que se embelesan con la lectura de los diarios de color sepia: “Nuestro presidente del gobierno sabe lo que hay que hacer para que nuestro país siga liderando el récord europeo (1) de procesados por malversaciones y juicios a entidades que han recibido 37.700 millones públicos”, (2) de expedientes abiertos por violación de competencias comunitarias —más de 400 expedientes abiertos por saltarse las directivas europeas—, (3) de infracciones por delitos medioambientales en conjunto de la UE”. Hasta los que sólo leen la prensa deportiva echaban pestes poniendo de manifiesto su nivel de incertidumbre y desconfianza ante las promesas y compromisos de un gobierno que nunca cumple lo que ha prometido y que está causando una enfermedad que creo se llama desafección: ley de dependencia, becas del MEC, políticas activas de ocupación y no sé qué de la disposición adicional 3ª que el gobierno había firmado y que nunca pagó, y también el FLA. No me atreví a preguntar qué era esto último por no interrumpir la letanía de incumplimientos, pero ya lo miraré un día de estos en Google; seguro que Dª Wikipedia lo sabe.
En vista de lo visto, decidí que era una buena tarde para tomar entre mis manos el Nuevo Testamento trilingüe de la BAC y reemprender la lectura sosegada de la genealogía de Cristo según el evangelio de Mateo, pero esta vez en griego. Necesitaba paz interior y poder dormirme tranquilamente con otro tipo de discurso.
Si sufren de insomnio, les doy a dar un consejo que ha funcionado con quienes lo han probado. Consiste en lo siguiente. Sintonicen su emisora favorita o la que más detesten pues el efecto es el mismo. Tengan a mano una cassette libre para efectuar una grabación —si son más jóvenes, entonces estarán duchos en otros métodos más sofisticados y modernos— y actúen en el momento en que un político del signo que sea explica la política económica que propugna su formación.
Eso sí, háganme caso y por nada del mundo se les ocurra leer ningún artículo sobre ese tema en ningún diario, ni tampoco escucharlo en boca de alguno de estos profesionales mientras se explaya con todo lujo de detalles porque seguramente les entrará migraña y tendrá el efecto contrario al que se perseguía. Bueno, cuando la hayan grabado, la rebobinan mientras se cepillan los dientes antes de acostarse. Se meten en la cama, aprietan el play y en pocos minutos el discurso político-económico surte efecto. Si son perseverantes y repiten la operación unas cuantas noches, es posible que incluso aprendan de memoria alguna frase, la rumien a continuación y, ¡zas!, inconscientemente la suelten en el transcurso de una cena o una charla informal sorprendiendo a propios y extraños. Las frases siguientes han salido de la boca de un político que sigo con atención, mientras yo mismo intentaba conciliar el sueño una noche: “Que la deuda sea un 100% del PIB es motivo de preocupación; más preocupante aún es el ritmo al cual crece, y otra consideración importante es el precio al que se paga esta deuda. No es lo mismo una determinada cantidad a un precio, que a un precio menor”.
Poco a poco, con la ayuda de las cintas grabadas, me voy notando más desenvuelto en este tipo de discurso, y el pasado fin de semana, después de la segunda cerveza en el bar, espeté con toda naturalidad: “¿Por qué el exceso de liquidez en Alemania no llega en forma de crédito a las empresas y a los consumidores españoles? ¿Por qué el mercado interbancario entre Alemania y España no funciona? ¿Por qué el BCE tiene dudas manifiestas sobre cuál tiene que ser su política monetaria, atendiendo al hecho de que en algunos países, sobre todo en los países centrales del sistema monetario europeo, la liquidez es abundante y en los países periféricos es muy escasa?”.
Los contertulios, conociendo mi aversión a este tipo de discurso, se quedaron boquiabiertos. Bueno, en un abrir y cerrar de ojos me había quedado solo en la barra. Únicamente me seguía atentamente el barman, que, sin habérselo pedido, me servía otra caña después de haber secado los vasos con un trapo que pendía de su cintura. Vi que estaba muy interesado en toda esa serie de preguntas retóricas que ningún político contesta y pronto me interpeló con las suyas: “¿Y de paro sabes algo? ¿Tienes alguna medicina para los que tenemos dificultades para pagar el alquiler o la guardería de nuestros hijos o no sabemos qué hacer con la hipoteca?”. Le contesté que había leído hacía unos días que el presidente del gobierno había dicho que ellos (el gobierno) sabían lo que tenían que hacer. La frase textual en estilo directo era: “El gobierno sabe lo que hay que hacer”.
Los políticos, de cualquier modo, merecen nuestra comprensión porque la interpretación de la partitura musical de la crisis no les debe resultar nada fácil a medida que avanza este concierto dodecafónico, y a muchos escuchantes, a juzgar por la interpretación que les llega, les da la sensación de que, o bien los músicos están interpretando piezas diferentes, o muchos han colocado en el atril la partitura musical boca abajo, o quizás no han afinado los instrumentos adecuadamente.
Cuando salía del bar me detuve unos minutos en la “mesa de los expertos en economía” que hay en todo buen bar que se precie para ver qué decían los que se embelesan con la lectura de los diarios de color sepia: “Nuestro presidente del gobierno sabe lo que hay que hacer para que nuestro país siga liderando el récord europeo (1) de procesados por malversaciones y juicios a entidades que han recibido 37.700 millones públicos”, (2) de expedientes abiertos por violación de competencias comunitarias —más de 400 expedientes abiertos por saltarse las directivas europeas—, (3) de infracciones por delitos medioambientales en conjunto de la UE”. Hasta los que sólo leen la prensa deportiva echaban pestes poniendo de manifiesto su nivel de incertidumbre y desconfianza ante las promesas y compromisos de un gobierno que nunca cumple lo que ha prometido y que está causando una enfermedad que creo se llama desafección: ley de dependencia, becas del MEC, políticas activas de ocupación y no sé qué de la disposición adicional 3ª que el gobierno había firmado y que nunca pagó, y también el FLA. No me atreví a preguntar qué era esto último por no interrumpir la letanía de incumplimientos, pero ya lo miraré un día de estos en Google; seguro que Dª Wikipedia lo sabe.
En vista de lo visto, decidí que era una buena tarde para tomar entre mis manos el Nuevo Testamento trilingüe de la BAC y reemprender la lectura sosegada de la genealogía de Cristo según el evangelio de Mateo, pero esta vez en griego. Necesitaba paz interior y poder dormirme tranquilamente con otro tipo de discurso.


















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