Pagina 66, Noticias de Alcoy y de El Comtat

Sin internet y sin cobertura, llega la locura

Artículo de opinión de Salva Pérez.

Salva Pérez

Con el mes de julio llega la época estival: calor, playa, piscina y, sobre todo, días de bochorno. Para mí es fecha de hacer las maletas y emigrar como un ave. No cubro una larga distancia como ellas, solo unos cuantos kilómetros; un poco más allá de la cruz. Recorro una sinuosa y estrecha carretera hasta llegar a un lugar con aroma a espliego, tomillo y romero. Donde la brisa de la mañana lava tu cara. El viento del mediodía masajea tu cuerpo y el aire gélido de la noche te rejuvenece. Un paraje en el que cruzas la frontera del tiempo: sin internet y sin cobertura.

 

Sentado en la hamaca con los ojos cerrados, se introduce en mis oídos el sonido del movimiento de las hojas como una dulce melodía. El aire fresco me eriza el bello. Oigo un pitido. Me sobresalto. Busco desesperadamente mi teléfono móvil y miro la pantalla. El icono del whatsapp aparece en la parte de arriba. Pulso para leer el mensaje pero no se abre: “Error de conexión”. Mis ojos se desplazan a la parte derecha de la pantalla: no hay rayas ni 3G. Imposible. Me pongo en pie y giro sobre mí mismo con el brazo en alto buscando algo de señal. Camino ansioso de un lado para otro con la esperanza de encontrar algún atisbo de cobertura. En la pantalla aparece: “Solo llamada de emergencia”. Mi corazón golpea con fuerza mi pecho como si quisiera salir, escapar y volar lejos de su jaula cual pájaro libre. Me arrodillo en el suelo desolado, frágil como una mariposa. Me repito varias veces que es un sueño, que no es real. Vuelvo a mirar el móvil pero nada ha cambiado: el mismo mensaje en la pantalla. – “Es un sueño”– grito con voz ahogada. Despierto.

 

La brisa de la mañana entra por la ventana recorriendo toda la habitación hasta llegar a mi rostro. Los rayos del sol luchan con las nubes por abrirse paso. Llevo la mano al pecho; mi corazón late con normalidad. El flujo sanguíneo es fluido y sosegado. Me incorporo observando el escritorio: a un lado el ordenador, al otro la tablet. Me siento en la cama aliviado y miro la mesita de noche. Ahí está mi smartphone. Mi querido y preciado teléfono móvil. La alegría hace que mi mano se acerque temblorosa. Dudo un instante en cogerlo pero al fin lo agarro y aferro a mi mano con tanta fuerza que tengo la sensación de aplastarlo. Aprieto el botón para iluminar la pantalla. No daba crédito a lo que estaba viendo. Suelto el teléfono encima de la cama como si quemara y mi cuerpo se empezó a balancear adelante y atrás. Cojo de nuevo el teléfono y miro la pantalla: “Solo llamada de emergencia”. Era real que no había cobertura. No había sido un sueño.

 

Bajo las escaleras saltando de tres en tres los escalones sin importarme sentir los pies fríos. Salgo fuera y alzo el brazo con el móvil en la mano – todo era igual que el sueño–. Corro hacia la piscina. Quise subir en la barandilla pero no era seguro. Entonces, vi la montaña –“cuanto más alto, más posibilidades de cobertura” –pensé. Veloz como una gacela me dirijo al camino pero algo me detuvo en seco: una punzada en mis pies; no llevaba las zapatillas. No había tiempo tenía que encontrar un rayo de cobertura.

 

Una vez arriba vuelvo a mirar la pantalla. Nada. Sigo el camino hacia la izquierda. Corro todo lo que mis pesados pies me permiten. Una urraca sobrevuela mi cabeza con un graznido burlón. Me detengo a mirar si algo había cambiado pero todo seguía igual ¿cómo es posible que en el siglo XXI existan lugares sin cobertura móvil? ¿qué voy hacer con la tablet, el smartphone? No me sirven de nada. No podré actualizar el Facebook, Twitter, ¿quien verá mis selfies? Una lluvia de preguntas e incógnitas abordaron mi cerebro.

 

En uno de los pinos una ardilla reía. Continuo corriendo con desesperación. Un zorro se cruza en mi camino; sus ojos, brillantes como la luna llena, me miran fijamente. Su boca dibuja una sonrisa y su cola se mueve lenta y pausadamente. Creía que me iba a atacar pero en vez de eso, se dio la vuelta y con burlona elegancia se alejó. Cada animal, cada piedra del camino, cada árbol se mofaba de mí. Era el bufón de la montaña.

 

Mis piernas continuaron moviéndose con celeridad hasta que un sonido las detuvo. Miro a mi alrededor pero no veo nada. De nuevo el sonido. Esta vez al mismo tiempo mi mano vibró. Observo el móvil y dudo en mirar la pantalla. Mi corazón empezó a golpear fuertemente mi pecho. El dedo pulgar se acerca lentamente hacia el móvil como el depredador a su presa. Pulso el botón y ¡zas! Ahí estaba. En la parte derecha de la pantalla aparecía 3G. El icono de la cobertura lleno de rayas. ¡Por fin tengo cobertura! Grito. Me siento el rey del mundo. El ser más afortunado de todo el planeta.

Comentar esta noticia

Normas de participación

Esta es la opinión de los lectores, no la de Página66.

Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios inapropiados.

La participación implica que ha leído y acepta las Normas de Participación y Política de Privacidad

Normas de Participación

Política de privacidad

Por seguridad guardamos tu IP
216.73.216.136

Todavía no hay comentarios

Más contenidos

Publicidad

X
Con tu cuenta registrada

Escribe tu correo y te enviaremos un enlace para que escribas una nueva contraseña.