Para entender un poco Escocia
Artículo de opoinión de Bartolomé Sanz Albiñana, Doctor en Filología Inglesa.
Quien haya viajado a Escocia habrá descubierto de inmediato que los escoceses tienen su propia identidad que les distingue perfectamente de sus vecinos del sur: su particular acento inglés, las faldas escocesas, el whisky malta, su propio Banco de Escocia para emitir libras esterlinas, sus sistemas educativo y legislativo diferentes del inglés, la gaita guerrera escocesa que nada tiene que ver con la dulce y melancólica gaita irlandesa, los Highlands y los Lowlands, sus islas, sus castillos antiguos, un paisaje increíble de lagos y montañas y un vocabulario específico para referirse a todo su mundo idiosincrático.
Rara ha sido la vez que yo he viajado a Escocia —casi siempre a Glasgow—, en la que los taxistas o amigos no hayan sacado a colación dos temas: nuestra admirable transición a la democracia y su famosa devolución de competencias. Por lo que se refiere al segundo asunto, y aunque Alex Salmond haya decidido dimitir como ministro principal y como líder del Partido Nacional de Escocia (SNP) horas después de perder por diez puntos el referéndum de independencia, es de esperar que no cejen en su empeño y lo intenten de nuevo —muchos escoceses lo llevan grabado en su ADN reivindicativo—.
El fracaso de Salmond y de su partido —o éxito, según se mire— beneficiará a las restantes naciones de ese Estado cuyo nombre oficial completo es Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte, al que algunos se refieren inadecuadamente como Inglaterra; de hecho, aún continuamos refiriéndonos a la reina de Inglaterra y no del Reino Unido. Cosas de la historia. Decía que del fracaso de Salmond todos saldrán beneficiados: nuevos poderes y más autonomía que se traducirán en mejoras fiscales y del estado del bienestar. En cualquier caso, el gesto de Salmond le honra por mostrarse decididamente consecuente, sobre todo si se tiene en cuenta que en las últimas elecciones escocesas, había vencido por mayoría absoluta con un programa de signo manifiestamente independentista. Nadie podrá decir que se sacó una carta de la manga, cuando además el referéndum tenía la aprobación del gobierno central de Westminster. Esas son las ventajas de no tener constituciones escritas: no tienes que esperar cincuenta años para poder dar un paso.
Pero volvamos a los dos países. Quien conozca un poco la situación y la historia, o haya visto al menos la película Braveheart, sabe que Escocia e Inglaterra son diferentes. Incluso el norte de Inglaterra no se parece mucho al sur. El norte de Inglaterra siempre estuvo en lucha permanente con Escocia en los borders o zona fronteriza, eso cuando los nobles ingleses no estaban enfrentados con ellos mismos. Para colmo, Escocia, en el imaginario inglés, era un país desconocido, lejano y bárbaro, ideas que provenían de Geoffrey Chaucer (s. XIV), el autor de los Cuentos de Canterbury. No resulta sorprendente, por tanto, que Escocia no ame a Inglaterra, y que Inglaterra no ame a Escocia, por mucho que su reina acabe de declarar que “el amor por Escocia mantiene unidos a los británicos”. Esa “admiración mutua” se ha reflejado a lo largo del tiempo siempre que unos vecinos han hablado de los otros.
Hasta la unión de las dos coronas bajo el rey escocés James Stuart en 1603 —recuérdese que la reina soltera Isabel I se había mostrado reacia a nombrar sucesor hasta el lecho de su muerte—, Escocia había sido un país independiente. Esa unión trajo cierta tranquilidad a los borders, siempre enzarzados en luchas. Esa paz idílica facilitó la expansión de los manor houses o casas señoriales campestres con una organización determinada —impensables antes—, propia del sistema feudal, que el señor ocupaba determinadas temporadas hasta que se trasladaba a otra. Esa paz trajo un alivio, pues ya no era necesario esconderse en el bosque con el ganado huyendo del invasor del norte. No obstante, a pesar de la paz idílica, pueblos, leyes, parlamentos e iglesias continuaron separados como anteriormente. Curiosamente, el nuevo rey James —VI de Escocia y I de Inglaterra—, un rey absolutista, rodeado de favoritos como el duque de Buckingham, que también ejercía de amante público, tenía la desfachatez de aconsejar a su hijo sobre la gravedad de actos tales como la sodomía y luego él hacía otra cosa. Esto es una simple anécdota.
Escocia, no obstante, siguió reacia a todo lo venido de Inglaterra (leyes, educación, religión y hasta métodos agrícolas); así, aislada y pobre, siguió sin poder de atracción para Inglaterra, que dirigió su mirada hacia Holanda en busca de nuevas ideas religiosas, políticas y también en los campos del comercio, agricultura, filosofía, ciencia y arte. Ciertamente, bajo Isabel I también se había disfrutado de relativa tranquilidad, ya que en esos momentos los dos países tenían un frente común: llevar adelante la Reforma protestante y combatir el catolicismo con todas sus fuerzas. En cualquier caso, no olviden que el carácter belicoso de estos pueblos, siempre enfrentados, se remonta a aquellos tiempos en que se cabalgaba por los caminos blandiendo la espada con la mano derecha y en los que, según las baladas tradicionales, todos los hombres eran guerreros y todas las mujeres, heroínas. Seguramente entenderán mejor ahora el motivo por el cual en esos países se conduce por la izquierda.
Apliquen algunas de estas ideas situación española y procuren sacar alguna conclusión. Y a Alex Salmond y a los independestistas derrotados, simplemente cabe recordarles un famoso proverbio chino: “Si quieres coger un tren, corre. No importa que no lo cojas; habrás adelantado todo lo que has corrido”. Y tras esta importante lección, en los días siguientes seguiremos atentos al embrollo catalán, del que, sin duda, también aprenderemos alguna moraleja en clave de fractura y desunión.


















Normas de participación
Esta es la opinión de los lectores, no la de Página66.
Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios inapropiados.
La participación implica que ha leído y acepta las Normas de Participación y Política de Privacidad
Normas de Participación
Política de privacidad
Por seguridad guardamos tu IP
216.73.216.136