De vez en cuando nos llega a la redacción de Página 66 alguna referencia de alguien de la comarca que emprende, que investiga, que consigue llevar a cabo un nuevo futuro.

Es cierto que muchas veces estos ejemplos de soluciones más allá de las dificultades viven y desarrollan fuera su creación. Son artistas, son programadores, son simplemente talentos exportados.

Pese a su diversidad, todos ellos tienen un denominador común. Son originales. Y esa es quizás una característica que falta de manera escandalosa entre quienes continuamos viviendo aquí.

El otro día me comentaba un empresario “si quieres que haya dos negocios de algo, ten tú una idea”. Esto es dramáticamente así. Seguro que podéis enumerar sectores en los que tenemos al menos un par de ejemplos, quizás excelentes, de empresas, de asociaciones, de iniciativas paralelas que uniendo esfuerzos podrían multiplicar resultados.

Para que no digáis aquello de la viga, la paja y el ojo ajeno, en esto de las noticias también pasa. ¡Si yo os contara…!

A este hecho hay que añadir la copia sistemática. Entre nuestras montañas tenemos demasiados falsos empresarios sin ideas, que viajan poco, que investigan menos y con una única fuente de inspiración: lo que hace su vecino, simplemente porque suponen que ese modelo al otro le va bien. ¡Si yo os contara…!

Podríamos rematar con una exclamación al estilo de “¡Pobres! Sin embargo, la conclusión debe ser otra, debemos preocuparnos profundamente porque personas con intención tan pobre, caraduras en una palabra, ostenten la responsabilidad social.

Sólo si comenzamos todos a rechazar estas actitudes,  si exigimos novedad, podremos ver cómo llegan las alternativas a nuestra crisis particular, más profunda que la general.

La inspiración es sana, ayuda a creas nuevos productos, nuevos formatos, nuevas vías de riqueza. Debemos exigir originalidad, frescura y no conformarnos por copias rancias que nada más sirve para empobrecernos a todos en todos sus significados.