A finales de los años 70 se hizo famosa la película ‘Danzad, danzad, malditos’, ambientada en los años de la Gran Depresión norteamericana en la que el baile se tomaba como tabla de salvación. Salvando las distancias, el running ha sido el deporte que ha proliferado en los últimos años durante la situación de crisis que estamos sufriendo.
Carreras populares, maratones, medias maratones, cuartos de maratón, micromaratones, San Silvestres, crosses, subidas, carreras de montaña, trails, ultra-trails, carreras non-stop en autosuficiencia, modalidades combinadas como duatlón, triatlón-iroman, aquatlón… todas ellas están viviendo un auténtico boom.
Curiosamente, pese a ser un deporte a priori barato, se ha construido en torno a él toda una industria de consumo. Zapatillas de las más diferentes formas y colores, camisetas, pantalones, malliots, pulsómetros, gps, relojes técnicos, cremas, barritas energéticas, gafas, gorras, cintas, viseras, calcetines, bolsas, mochilas, etc.
Se estima que a nivel nacional el running genera más de 300 millones de euros al año. Como dato concreto hay que destacar que en 2013 se vendieron más de 2’2 millones de zapatillas de correr frente a 430.000 en 1997.
Es normal salir de casa y ver a uno, dos o hasta grupos numerosos de corredores, de runners, a cualquier hora del día corriendo por nuestras calles. La fiebre por el running nos invade, eso sí, en este caso una fiebre saludable.
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