“¿Pedimos pizza hawaiana?” Imagínate esta pregunta durante los instantes antes de cenar en casa de unos amigos. ¿Cuál sería tu respuesta? ¿Un sí enérgico o un no rotundo? La relación amor-odio con esta creación es ya tradicional, pero ¿sabes dónde y cuándo nace esta creación?

La pizza con piña surge a principios de los años 60 del siglo XX en Canadá. De la mente de un griego que emigró a América y que pretendía elaborar platos que había visto en Nápoles. Ni rastro de Hawai en este triángulo de lugares en los que estuvo Sam Panopoulos, a quien se le atribuye el nacimiento de la pizza hawaiana.

Entonces, ¿por qué le puso ese nombre? Simplemente ‘hawaiana’ era la marca de la piña enlatada que compraba. Además, repartir esta fruta a trozos por encima de la masa fue una especie de ensayo-error, en el que probó que funcionara con los clientes a los que se la ofrecía.

Ese sabor tan opuesto entre la fruta y la masa fue prácticamente una obsesión para algunos de los que la probaron y no querían hacer otra cosa más que repetir. A partir de ahí, a hacerse famosa esta mezcla y a invadir el paladar de todo aquel amante de las pizzas.

Los movimientos migratorios provocaron que en el siglo XX países como Canadá conocieran la pizza por primera vez. Los conocimientos culinarios se extendieron por todo el planeta y nosotros, los ciudadanos del mundo, tuvimos la suerte de poder degustar cada vez más los sabores de otras culturas.

Ahora, restaurantes como Pastamanía son expertos en este tipo de platos. No nos imaginamos a sus cocineros abriendo latas de fruta al azar para echarlas sobre las pizzas, pero sí estudiando nuevas texturas, mezclas y maridajes para sus múltiples cartas estacionales. Y es que la gastronomía es un arte, y sea casi por azar o con un buen proceso detrás, cuando una creación culinaria gusta es por algo. ¿Nos pedimos unas pizzas con aire tropical?