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La foto del Pont Nou

Redacción - Miércoles, 10 de Marzo de 2010
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Ricardo Canalejas, escritor y profesor. Mirando la foto del portarretrato que estaba sobre el aparador, Carmensín recuerda cuando ella y Ximo, para casarse, tuvieron que comprar a plazos o“ralla” todos los muebles, incluso un “llitet plegable” que instalaron en el comedor del pisito del carrer L´Escola donde fueron a vivir. En la foto del portarretrato, están ella y Ximo cuando eran novios en la salida del puente de San Jorge. El con veinte años y ella con dieciocho. Detrás de ellos se ve mucha gente entre los barracones de la feria que en aquella fecha se instalaban a lo largo del Pont Nou. Se conocían desde muy jóvenes porque coincidían en el trayecto que hacían para acudir al trabajo donde iban desde que eran unos niños. El trabajaba en Miró Reig, en la calle Doctor Sempere y la acompañaba hasta la puerta donde ella trabajaba, la hilatura de Arturo Minguez justo en la esquina de enfrente. Un día, antes de marcharse, Ximo se le declaró en la misma puerta. Precisamente la mañana que les hicieron la foto del Pont Nou, el hombre que cuidaba“Los pajaritos del Amor” les invitó a que cogieran uno de los mensajes que las aves amaestradas, ofrecían con el pico. Aquel pajarito acertó. Tuvieron una feliz y larga vida en común. Ella, sujeta el portarretrato con la mano izquierda y con la derecha el pañuelo. La imagen parece que se mueve, pero tan solo es el temblor de las lágrimas que llenan sus ojos. Repentinamente, hace apenas una semana que una maldita afección pulmonar de Ximo, lo ha separado de ella para siempre. Desde que él se había jubilado, hace ocho años, Carmensín llevaba las cuentas de la casa y como pasaban el día juntos, él ya no podía hacerle sisa como la hacia cuando trabajaba. Tan solo podía ahorrar algo con el dinero que ella le daba para tabaco, porque Ximo ya se lo estaba dejando poco a poco. Todas las tardes, después de ver la telenovela “pegaven una volteta per el barrio”. Ella siempre se entretenía en el escaparate de una joyería mirando unos pendientes de perla. No apartaba la vista de ellos, aunque no la convencía el tipo de cierre que tenían “perque eixe, li feia mal les orelles”. Con lo que habían vivido juntos, era imposible que pudiese haber secretos entre ellos y Carmensín sabía de sobra donde escondía Ximo la sisa del tabaco que le hacía. Precisamente, la ocultaba detrás de la foto de aquel viejo portarretrato, donde los pocos billetes que tenía, hacían más presión en el cierre. Carmensín notó que el portarretrato tenía holgura, y al darle la vuelta se le abrió de golpe. Ya no había dinero detrás de la foto. Tan solo había un papel. Era un recibo de la joyería del barrio de hacía quince días, por unos pendientes que estaban en el taller para cambiarles el cierre. Debajo, había una palabra manuscrita que decía: “Pagado”.
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