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España, explicada a extranjeros

Redacción - Dimecres, 10 de Octubre del 2012
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Bartolomé Sanz Albiñana, Doctor en Filología Inglesa.

No  es infrecuente, sobre todo en las visitas a otros países, tener que explicar la realidad española actual a quienes muestran interés por conocernos mejor. Una realidad muy diferente, sobre todo si se tiene en cuenta nuestro pasado más reciente: antes de la muerte de Franco (1975) para ser exactos. Ese interés por saber qué pasa en España nace en 1992, como consecuencia de la Expo de Sevilla y los JJ.OO. de Barcelona, principalmente.  Puestos a explicar uno tiene que decir que, a pesar de tener una Constitución ratificada por el pueblo y sancionada por  el Rey a finales de 1978,  ni incluso eso nos eximió de  sobresaltos  no incluidos en la hoja de ruta como, por ejemplo,  el intento de golpe de Estado retransmitido en directo del 23  de  febrero  de 1981, un episodio que nuestros jóvenes  han visto en  televisión en multitud de ocasiones, pero que sus coetáneos extranjeros creen que se trata del trailer  de una película de acción. Y claro, ya metidos en el asunto, no queda más remedio que explicar lo que fue la Transición Española: aquel periodo histórico modélico, no exento de peligro, en el que progresivamente nuestra particular nave  espacial se va desprendiendo de módulos o vestigios  del régimen franquista en su denuedo por entrar en órbita – primero sobre sí misma, y luego en la internacional–, un periodo que sabemos aproximadamente cuándo empieza pero no cuándo acaba y en el que juega un papel determinante la UCD (Unión de Centro Democrático)  con el presidente Adolfo Suárez al frente.

Como ejemplos de logros de rotación sobre sí misma podemos poner, además de la Transición Española y la UCD (partido que promueve el cambio de rumbo de nuestra nave, con la abolición del régimen político anterior), la legalización de los partidos políticos, la Constitución Española y la monarquía parlamentaria. Entre las muestras de su esfuerzo por conseguir un asiento entre los países del club democrático, es decir, su traslación alrededor del sol cabe destacar: nuestra entrada en la Comunidad Económica Europea (futura Unión Europea) y la aprobación del referéndum sobre la permanencia de España en la OTAN.

Hasta aquí todo normal.  De todas estas cuestiones, por aquellos tiempos, sabían mucho más los estudiantes británicos que estudiaban en colegios de élite que cualquiera de nosotros –y para colmo tenían libros de texto con pelos y señales- Yo pasé mis apuros a mitad de los ochenta durante una visita de estudios a Charterhouse, una public school top ten, al ser interrogado sobre temas muy concretos. Claro que Javier Cercas aún no había escrito su magistral Anatomía de un instante.

Con el sobresalto que nos produjo Tejero con su “¡Quieto todo el mundo!” había todo un trasfondo de amenaza de inmovilismo que no llegaría a comprender hasta años después. Los únicos que realmente se quedaron quietos en aquel momento, curiosamente, fueron el aún presidente Suárez, el general Gutiérrez Mellado y el comunista Santiago Carrillo.  Lo que pasó con el resto del hemiciclo ya es historia. A gran parte de la vieja guardia del estamento militar le costó mucho tiempo asimilar que los tiempos estaban cambiando y que había llegado el momento de comprender  que eran ellos quienes debían estar quietos, tras tanto “movimiento” durante  cuarenta años de régimen franquista.

Pero lo que de verdad les cuesta entender a los extranjeros es el Estado de la Autonomías con sus estatutos  y las competencias transferidas, la diferencia entre nacionalidades y naciones, entre autonomía e independencia. ¡Diecisite Autonomías diferentes y un sólo Estado! Les resulta más fácil entender el misterio de la Santísima Trinidad, créanme, sobre todo si lo comparan con la realidad que a la mayoría de ellos les ha tocado vivir. Y no se les ocurra explayarse con que cada comunidad autónoma tiene su propio parlamento, sus representantes y toda una maquinaria legislativa paralela a la estatal. Ni tampoco con que muchas veces el poder central no coincide con el autonómico o el municipal. Y que si hay problemas con tanto marco legal, pues para eso tenemos diferentes tribunales de justicia: el autonómico, el Supremo y  el Constitucional. De este modo y como ejemplo, cada vez que cambia un gobierno, los tribunales se ven obligados, mediante sentencias, a determinar en las comunidades autónomas con lengua propia el porcentaje de materias que se debe enseñar y aprender en cada lengua. Y si unas cuantas comunidades henchidas de nacionalismo, a pesar de reformar sus estatutos, no están satisfechas con los niveles de autonomía alcanzados y quieren primero la confederación y por último la independencia o soberanía, pues en ese caso tenemos un problema serio. Un problema enquistado que de tanto en tanto sale a la luz. Pero este problema no puede arrastrarse 35 años sin soluciones claras. Lástima que se plantee en la presente coyuntura económica, pero sobre todo, Señor, pase lo que pase, líbranos de la vuelta al escenario centralista, aunque para los extranjeros, dado el enroque en el que nos hallamos, sería la solución más fácil de entender.

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