Artículo de opinión de Aarón Albors, licenciado en Derecho. Escribo estas líneas porque me he encontrado con una realidad que no esperaba, o mejor dicho, que no deseaba. Que me tengo que ir de la tierra en que nací porque aquí no veo un futuro, la posibilidad de encontrar un trabajo y de crear una familia. Sé que, el mío, no es un caso especial, sino que es uno más de los miles que se están dando de jóvenes que se tienen que marchar para intentar encontrar un porvenir mejor. Después de este tiempo en el que he ejercido la ciudadanía de forma más activa, quiero mostrar mi agradecimiento al partido en el que he estado trabajando este tiempo, UPyD La Montaña, a todos los compañeros y, especialmente, a mi Coordinador David Sabido, que fue mi orientador durante este período. Creo sinceramente que están realizando muy buen trabajo en Alcoy, con propuestas e ideas nuevas con las que regenerar nuestra democracia. También deseo agradecer al Alcalde de Cocentaina, Rafael Briet, el tiempo que me dedicó y el gesto de recibirme, y al colectivo 03820 y a la Asociación de Vecinos de Cocentaina por haberme dado tan buena acogida y ofrecer perspectivas de trabajo conjunto muy esperanzadoras. Ahora, después de muchos años, me doy cuenta de que no hubo cancha o espacio para participar en el mundo laboral; entiendo perfectamente por qué nuestras universidades no están entre las 200 mejores del mundo, y es que se dedican a la producción industrial de titulados, primando la cantidad sobre la calidad, sin darles una formación que les permita incorporarse al mundo laboral. En mi caso, por ejemplo, con una media notable, me veo en la situación de que para ejercer te encuentras sin medios, herramientas adecuadas, conocimientos y experiencia, y con profesores de universidad que te dicen, sin pudor alguno, "en la facultad te damos conceptos generales, si quieres aprender acude a una escuela de práctica jurídica, o a trabajar como pasante (es decir, de forma gratuita algunos años) hasta que aprendas". Prueba de que las universidades no ofrecen la formación que precisan las empresas y empleadores es que, si se leen con atención las ofertas de empleo, siempre buscan personas con años de experiencia en el sector. ¿Qué nos dice esto? Que en el mercado laboral carecen de valor nuestros títulos, ya que no significan nada, por eso exigen esa experiencia como verdadera prueba de preparación o formación profesional. Lo triste es que mi caso no es el único. Conozco a una Maestra de Educación Infantil, igualmente de calificaciones notables, que tuvo que pagar un preparador de oposiciones, las cuales finalmente no fueron convocadas, habiendo quemado sus recursos. Otro caso más, un psicólogo que también ha realizado un máster (como las personas de los casos anteriores) y ahora tiene que acudir a una academia en Valencia, y como siempre, en España, se da esa esencia característica, de fuertes contrastes: por un lado jóvenes que emplean sus escasos recursos económicos intentando conseguir un trabajo y, por el otro lado, funcionarios que trabajan por la mañana cobrando un sueldo fijo y que por la tarde amplían aún más sus ingresos. No es mi intención menospreciar a los funcionarios, pero me parece lamentable la realidad de que algunos no tengan trabajo y otros trabajen a doble jornada. Otra triste conclusión es que para ganar dinero necesitas tenerlo antes, porque, si no, no puedes pagar ni preparador, ni academia, ni permitirte mantenerte y trabajar durante años de forma gratuita para aprender un oficio. Así que me gustaría intentar luchar por un futuro, y por ello tengo que marchar, apenado, de la tierra que me vio nacer y en la que crecí, y en la que esperaba acabar. Quizás la vida dé un giro y pueda tener la ocasión de volver, pero tal y como veo las cosas, o tendrán que pasar muchos años, o cambiar mucho las cosas.