Perplejo me quedé el otro día cuando acudí al frigorífico de mi casa a coger una manzana para merendar. Sí, no era ninguna alucinación, entre mis manos tenía una manzana con un adhesivo que ponía bien claro “Product of New Zeland”.

Era increíble pero me disponía a comer un producto cultivado en nuestras antípodas, a pesar de que a escasos kilómetros de mi casa existen plantaciones de manzanos de gran calidad.

Durante los cinco minutos que tardé en comerme el producto oceánico fueron muchas las reflexiones que me vinieron a la mente y sobre todo lo que más me sorprendió es que repetí al menos seis o siete veces a las personas que tenía a mi alrededor “¡que la manzana esta, es de la otra parte del mundo!”.

Los agricultores de nuestros ámbitos territoriales mas próximos ante esta realidad no les queda otra que resignarse a que sus producciones no les aporten beneficios, ya que el factor proximidad a la hora de poner un producto en el mercado ya no supone una potencialidad o un aspecto positivo. Nos encontramos en un momento en el que lo más importante es reducir precios sin tener en consideración la calidad del producto, la pervivencia del sector agrario o la salud de los consumidores.

En este punto hemos de preguntarnos realmente: una manzana cultivada en Nueva Zelanda va a tener las mismas propiedades, el mismo sabor o la calidad de una manzana cultivada en nuestro territorio o simplemente se busca la homogenización del producto para alimentar al planeta a cualquier precio y que los beneficios no se repartan de una manera justa entre los productores.

Quiero desde estas líneas romper una lanza en pro de los productos y los productores locales, ya que la agricultura es un sector muy sensible al que hay que apoyar, ya que si no existen productores cercanos al consumidor acabaremos abocados hacia un consumo de alimentos homogeneizados y perderemos uno de nuestros mejores tesoros la dieta y cultura gastronómica mediterránea, declarada Patrimonio Inmaterial de la Humanidad.

Esta reflexión es aplicable a cualquier sector actividad y a cualquier contexto socioterritorial. Desde la administración local se debe potenciar y apoyar el talento local, antes que recurrir a proyectos o acciones promovidas por  profesionales foráneos. Apostar por el talento local es apoyar el 'botton up', es generar economías de escala, es apostar por la consolidación demográfica, es generar empleo de proximidad, es posibilitar nuevos modelos de gobernanza, contribuye a satisfacer necesidades existenciales de los vecinos con inquietudes y sobre todo es un ejercicio de responsabilidad con aquellos que contribuyen con sus impuestos al progreso y fortalecimiento del entorno territorial.

Para finalizar invito al lector a que antes de comprar un producto mire su procedencia en las etiquetas e intente comprar aquel producto cultivado en el lugar más próximo a su residencia y a poder ser que se haya respetado en su proceso de producción al medio que lo envuelve. ¡¡¡¡SÍ, AL PRODUCTO LOCAL!!!!