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Doctor en Filología Inglesa

Otra asignatura pendiente

Artículo de opinión de Bartolomé Sanz Albiñana, Doctor en Filología Inglesa.

Bartolomé Sanz

A las muchas asignaturas pendientes que arrastra el sistema educativo español (fracaso escolar,  abandono temprano, absentismo, ausencia  de valores cívicos desde la escuela,  deficiente comprensión lectora,  baja competencia en interpretación de documentos de uso diario, resultados mediocres en PISA,  etc.) se le une ahora la falta  de  evaluación del profesorado. Cualquiera llega inmediatamente a la conclusión de que   el próximo listón o prueba que se le ocurra a  la OCDE dentro de dos meses con el objeto de averiguar  nuestra preparación en lo que se tercie, será un nuevo fiasco. Tomen nota,  por favor.  En fin, nuestra eterna situación en el farolillo rojo, en cualquier modalidad, no presagia  un futuro halagüeño y nos enmarca eternamente  en aquel lema que intuyera, a mediados del siglo XIX, el viajero e hispanista inglés  Richard Ford de que España es diferente.

 

Las evaluaciones e informes europeos sobre nuestro nivel de  competencia y destrezas para afrontar la vida y el futuro crecimiento económico nos resbalan, de modo que los resultados del informe TALIS sobre la evaluación externa del profesorado español no deja de ser una anécdota más. Teóricamente la responsabilidad  burocrática de la evaluación del sistema educativo, incluida la evaluación del profesorado,  corresponde a la Inspección Educativa,  que probablemente  librará sus informes a la autoridad correspondiente y quizás publique sus conclusiones en revistas esotéricas para iniciados. Lo cierto es que los resultados rara vez se conocen, seguramente para no crear alarmas adicionales.

 

Quienes hemos abandonado el sistema educativo recientemente como docentes hemos visto cómo los últimos años se ha enfatizado la alfabetización digital y una sumisión desmedida a la anglofonía (recordarán que hace unos años, sarcásticamente, un miembro de la oposición en el gobierno autonómico valenciano, ante la propuesta de un ocurrente conseller de Educación de que la Educación para la Ciudadanía se impartiera en inglés,  llegó a proponer que se hiciera lo propio con la  religión). Los que hoy disfrutamos la jubilación, hace años  soñábamos ilusos, exactamente igual que Moisés con la Tierra Prometida, con que el Estatuto Docente finalmente regulara la carrera profesional de los docentes. Lamento decir que ni Moisés ni los profesores vieron hechos realidad sus sueños. Todo fue un fum de canyot, un espejismo. Todas las leyes educativas, desde la de Moyano en 1857, vienen teorizando  sobre  la “Evaluación de la función pública docente” con discursos similares, aunque puestos al día, eso sí,  con la verborrea pedagógica del momento; en la práctica, sin embargo, la realidad es que un profesor se puede morir esperando a que lo evalúen, aun cuando lo haya solicitado reglamentariamente como establece la legislación. La administración educativa ignora al docente, puesto  que sus prioridades son otras en su extensa hoja de ruta, cada curso más compleja.

 

Como la evaluación del profesorado en este país es pura entelequia,  veamos los que sucede en Reino Unido. Los hijos de la Gran Bretaña serán como serán, pero en evaluación externa del profesorado una de sus comunidades, Inglaterra,  comparte el podio vencedor junto con la República Checa, Corea del Sur y  Eslovaquia. Me permitirán que les ponga un ejemplo de lo que sucede en Inglaterra mediante  el relato de un caso que conozco bastante bien con el fin de que los lectores interesados entiendan en qué consiste la evaluación del profesorado.

 

Empecemos por que en ese país no existen las dichosas oposiciones que, una vez aprobadas, tienden a embobar al profesor que no es responsable con el beneplácito de la administración. El profesor del que voy a hablar lleva siete años en ese sistema, imparte clase a alumnos de entre 11 y 18 años, es decir, los Years 7-13 del sistema educativo inglés. Accedió a su plaza con una licenciatura y un curso de postgrado en educación secundaria que incluía  prácticas en un centro. Acabada esta formación específica, vio un anuncio en la prensa especializada de una plaza en un centro de secundaria  que le interesaba. Se presentó junto con otros candidatos al puesto.  Pasó varias entrevistas en el centro (director, jefe de estudios y  jefe de departamento, quienes emitieron sus informes correspondientes) hasta que le adjudicaron la plaza. Su puesto no era para siempre: sabía que si no cumplía, le invitarían a buscarse otro centro al que tendría que acudir con el informe preceptivo.  Los cursos de formación permanente tienen lugar generalmente dentro del condado donde se encuentra el centro, aunque este también tiene su propia oferta. A partir del cuarto o quinto año es obligatoria la asistencia a algún curso. Es corriente que los profesores del centro con más experiencia (los outstanding teachers) impartan cursos de formación in situ, o bien vienen de fuera si no existen  especialistas en alguna materia o tema. Los cursos pueden ser generales (control del comportamiento del alumnado, técnicas para las clases, síndrome de Tourette, tratamiento de las diferentes habilidades en el aula, etc.) o específicos de las materias. No existen los trienios y cada curso aumenta el salario, pero también el nivel de implicación y colaboración con el centro (clubs extraescolares, clubs de deberes, refuerzos, repasos, atención a padres y madres, días de puertas abiertas, excursiones, etc. (Véase http://www.nasuwt.org.uk/consum/groups/public/@salariespensionsconditions/documents/nas_download/nasuwt_011343.pdf para la escala salarial).

 

Tampoco existen los sexenios sino una especie de  pasaporte (CPD) en el que se reflejan las horas de formación completadas, que varían dependiendo de  si tienes dedicación full time o part time. Este pasaporte está a disposición del resto del profesorado del centro  para que todo el mundo sepa qué hace cada uno y cuándo lo hace.

 

El aumento de salario depende del ascenso  en la “pay scale” citada, que a su vez depende de  las observaciones que te han hecho durante el curso. Si hay evaluación positiva, hay aumento de salario. Las observaciones las realiza normalmente el jefe de departamento,  cualquier miembro que forme parte del SLT (“Senior Leader Team”) o algún profesor que ostente la condición de “outstanding”. Un profesor puede tener una inspección Ofsted, en cuyo caso el inspector entra en tu clase y te observa. En ese caso el director te comunica el resultado de la observación y te adjunta el documento formal de Ofsted.

 

A lo largo de la vida laboral tienen lugar muchas observaciones formales:  el primer año, unas 6  o 7, y una de ellas por el director del colegio. Luego, es una  formal y dos  informales (te evalúan, pero sin necesidad de que prepares un “lesson plan”). Dependiendo del colegio, pueden ser dos  formales,  y  dos o tres informales. En las observaciones formales se acuerda la fecha con quien te va a observar. Si es formal del departamento,  el jefe se reúne contigo y te da el resultado. En las informales,  el colegio te avisa por e-mail la semana anterior  comunicándote  los días que habrá observaciones la semana siguiente. Pero no se avisa cuándo van a entrar ni en qué grupo te van a observar. Los observadores  se presentan en el aula, se sientan unos 20 o 30 minutos, toman  notas  y se van. En las observaciones informales te ponen una nota al final del curso con la media de las observaciones realizadas. Puntuaciones: “outstanding” 1; “good” 2, “requires improvement” 3, y si realmente lo haces muy mal, te ponen un  4.  En el caso de que los resultados de las  observaciones no sean positivos, se puede pedir ayuda  a otros  profesores para que te observen y te comenten el desarrollo de tus clases.

 

Conclusión: cuando suceda algo parecido en nuestro país, mi generación ya no estará  en este mundo. Pero mientras tanto aún nos  quedarán fuerzas para recordar cómo se destruyó nuestro sistema educativo con la reducción de 24.000 docentes  en  la red pública de centros, cómo se enterraron los CEFIRES, cómo se redujeron los salarios e incentivos docentes,  cómo aumentaron las ratios en las aulas, cómo vinieron las becas flacas, cómo se ninguneó al profesorado a pesar de que repetidamente expusiera sus demandas en la calle, cómo se enfatizó la anglofonía con el objetivo de que la generación más preparada no tuviera problemas de comunicación a la hora de buscar trabajo en el extranjero y, cómo se nos alfabetizó digitalmente con el fin de facilitar la creciente tarea burocrática y, de paso, que cada uno se autoformara on-line, y finalmente, el sistema, con mucho esfuerzo, casi  consiguió crear un modelo de profesor obediente, sumiso y  silencioso,   plenamente convencido de que aún estábamos en los inicios de la modernidad, sometidos al dictado del discurso patriarcal.

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