Equilibrio y variación junto a alimentos bañados por el mar más próximo a nuestra zona es sinónimo de la dieta mediterránea.

¿Pero realmente conocemos esta dieta y los elementos que la componen o solo sabemos de ella lo poco que nos dicen en la televisión?

Para empezar, los ingredientes básicos son los cultivados a orillas del Mediterráneo: trigo, olivo y vid. Los alimentos son muy variados, pero también podemos hacer una clasificación por lo que aportan a nuestro organismo.

Los hidratos de carbono lo aportan el pan y la pasta; la grasa proviene del aceite de oliva; las fibras y antioxidantes lo llevan las hortalizas, frutas, frutos secos y legumbres; y las proteínas se encuentran en el pescado, las aves y los huevos.

En PastaManía aseguran que “a todos estos nutrientes hay que darles un buen tratamiento culinario y, por qué no, acompañar estos alimentos con una copa de vino que ayude al buen funcionamiento de nuestro sistema cardiovascular”.

El llegar a esta dieta no fue de forma casual, ya que hubo numerosos estudios a mitad del siglo XX que reflejaron que las características de la dieta de los países mediterráneos influían mucho en la salud de la población.

Cocinar con aceite de oliva reduce el nivel de colesterol en sangre y de ahí que los países mediterráneos tengan ciudadanos con menores problemas cardiovasculares y una mayor cantidad de antioxidantes que retrasan el envejecimiento celular.

De este tipo de deducciones a la hora de tomar unos alimentos u otros nació la famosa pirámide alimenticia.

En palabras de los profesionales de PastaManía, “cada región de la pirámide constituye claramente lo que es la dieta mediterránea, donde los alimentos cultivados en estas tierras se toman cocinados de maneras diferentes para proporcionar los nutrientes que deben consumirse”.