“Esto es, sencillamente, el paraíso”, asegura Paco uno de los habituales al Racó del Chorro del Salt. Son actualmente una docena las personas que habitualmente frecuentan este paraje desde el que se domina el valle.

El acceso no es complejo. Bien desde la Via Verde, bien desde el barrio de El Xop, el paseo necesario es de unos pocos minutos. Un antiguo molino, la vista del Pont de les Set Llunes, la Font Roja al frente son los compañeros de viaje durante el trayecto hasta el cauce del Riquer, justo debajo de la señal que deja el Chorro del Salt en su aparición periódica.

Entre todos se ocupan del mantenimiento. Dos fuentes, la explanada, una valla baja que hace las veces de banco y unos ganchos en los que dejar la ropa son todo el mobiliario necesario para disfrutar de la naturaleza de manera directa.

Suelen ir temprano, sobre todo en verano. En julio y agosto son menos, las vacaciones familiares suman otras obligaciones y muchos hacen paréntesis en su contacto diario con la naturaleza. “La gente tiene una idea equivocada de lo que es el naturismo”, señala Arturo, quien recuerda que los valores de este movimiento buscan en el contacto con la naturaleza un equilibrio físico e incluso moral. “Confunden la práctica del nudismo implícita en el naturismo con otras cosas, olvidando que se trata de  una forma de vida y cultural basada en el respeto a uno mismo, a los demás y al medio ambiente”.

La educación, la forma en la que se ha dejado de saludar al vecino o la carencia de muchos por comprender al otro son algunos de los temas de conversación que tratan quienes disfrutan del sol en este pedazo de Mariola.

El Racó del Chorro del Salt comenzó a ser un enclave naturista en el  paso de los siglos XIX a XX,  como forma de recuperar formas de vida salubres en los inicios de la Revolución Industrial. Después, durante la dictadura mantuvo su carácter en tiempos difíciles para el naturismo y el debate.

“Yo tengo un pacto con mi mujer, esta tarde iremos a la playa como ella quiere, pero esta mañana tocaba venir aquí”, nos confiesa Paco mientras Bienve se despide por hoy. “Es el mejor paraje de este estilo que hay en España, tanto por el lugar como por el ambiente tan sano que hay”, afirma Arturo.

Entre las actividades, además de charlar, el rey también es aquí el fútbol. El terreno del nivel inferior “es la cancha de mis sueños”, como señala Paco, refiriéndose a los buenos momentos vividos en los partidos 3 contra 3. Pero no todo es balompié. Unas piedras y unos troncos conforman el material necesario para que el Chorro del Salt también sea un gimnasio en el que cuidarse.

Cuenta Francisco,  otro de los habituales, que ahora es otro Francisco, el más mayor de todos quien mejor cuida el entorno. Le correspondió el honor después del fallecimiento del anterior ‘encargado’. Un rótulo en la caseta de los aperos de limpieza con un “Por favor, esto es de todos” señala bien el espíritu que ha reinado en el Chorro del Salt durante décadas.

“Pero esto se termina, hace falta que tome el relevo otra generación, como hicimos nosotros”, señala Arturo. Francisco, al tiempo, nos recuerda la anécdota del conejo con tomate que compartió allí con un grupo de amigos y amigas era joven, cosa impensable hoy. Él viene desde los 16 y ahora, con casi 60 puede que sea el más joven.

Es la historia de una actitud, de un sentido por cuidar la naturaleza que ha mantenido un pedazo de nuestro entorno, de nuestra idiosincrasia y diferenciación. “Si esto se acaba con nosotros se llenará de maleza y desaparecerá”, advierte Francisco. Entretanto, este grupo de resistentes mantienen una forma de vivir y, con él, uno de nuestros rincones más bellos.