Pagina 66, Noticias de Alcoy y de El Comtat

El parto de los montes

Artículo de opinión de Bartolomé Sanz Albiñana, doctor en filología inglesa.

Bartolomé Sanz

A principios de octubre un grupo de mayores hacíamos apuestas al estilo británico de apostar por alguna cosa actual. Las apuestas, escritas con el fin de ver quién se acercaba más a la realidad, giraban en torno a lo que iba a suceder el 9 de noviembre con la convocatoria del referéndum catalán.

 

La primera apuesta sostenía  que antes de la fecha propuesta se negociará una ampliación de competencias de la actual autonomía catalana. La segunda apostaba por que no se celebraría la consulta y que antes de las elecciones generales se llegaría a un pacto, mientras el presidente Rajoy estudiaba estrategias para “quemar” a los cabecillas partidarios de la consulta-referéndum.

 

La tercera, apoyada por los más mayores del grupo, aseguraba que la  votación no se llevaría a cabo  de ninguna de las maneras. La cuarta coincidía con la tercera y añadía además que, a partir de todo este maremágnum catalán en torno al plebiscito independentista, se reformaría la Constitución, como están demandando muchas cabezas pensantes de este país.

 

Por último, la quinta, la más radical,  advertía de que el presidente catalán se pasaría por debajo del arco triunfal todas las sugerencias y recomendaciones venidas del gobierno central y llegaría hasta el final,  aunque se tuviera que celebrar la consulta en los cepillos de las iglesias a la salida de la misa de las 12. Y quien dice iglesias, dice estadios de fútbol o bares. Porque, al fin y a cabo, si se quiere conocer la opinión sobre lo que sea, hay que contar con unas mínimas infraestructuras para averiguarlo; lo que se conoce  coloquialmente por “tener los cabos atados”. Y eso seguramente fallaría.

 

Se supone que quien persigue unos objetivos ha pensado detenidamente en los medios con que va a conseguirlos. Ejemplos: si se piensa dar un golpe de estado, los sublevados deberán tener las armas adecuadas para hacerse con el poder; si se piensa crucificar a alguien, se necesitará una cruz, unos clavos y un martillo; si se piensa plantar cara al enemigo, se habrá tenido en cuenta el número de porras  con las que este cuenta para impedirlo, etc.

 

Unas semanas más tarde el defensor de la quinta postura apareció desmoralizado pues nunca hubiera creído que quien venía proclamando desde hace ahora un año que el día 9-N habría un referéndum, reconociera ahora que no tenían los censos. Es decir, que iban a hacer la guerra con espadas de madera. ¡Tantos años de autonomía y ahora salen con que no tienen los censos!

 

El defensor de la quinta postura se preguntaba si los líderes independentistas habrían hecho en su día la catequesis, tomado la primera comunión y recibido la confirmación. Lo decía simplemente porque todo lo anterior imprime carácter, y el presidente catalán y su verdugo Junqueras parecen tenerlo, así como, según ellos, estrategias para conseguir sus objetivos. De modo que algo que se nos escapa debe haber fallado hasta el día de hoy.

 

Aunque abatido, al  defensor de la quinta postura aún le quedaban fuerzas al recordar la Diada de 2012, que con el  lema unitario de "Catalunya, nuevo Estado de Europa" inundó las calles de Cataluña. Sin embargo, en las elecciones celebradas dos meses después, el presidente catalán tuvo su primera sorpresa al ver el avance significativo de Esquerra Republicana de Cataluña con quien tuvo que pactar para gobernar. Los objetivos de Esquerra eran claros; no engañaban a nadie.

 

En diciembre de 2012 escribí un artículo titulado Del Sinaí de la Diada a la realidad,  del que extraigo unas líneas: «No olviden que la palabra soberanía va a estar cada vez más de moda. La consulto en un diccionario y debo admitir que no me queda clara, a no ser por una de las  acepciones de soberano: “Estado independiente”.

 

Miro independiente y me queda más claro: “que no depende de otro”. Cataluña y los catalanes, antes de empezar ninguna gira,  deberían reflexionar  en serio si realmente serían capaces de dar solución por sí solos  a todo aquello de lo que históricamente se han quejado y  continúan quejándose». Y dos años después ahí estamos, así que personalmente me inclino por pensar que tal vez todo quede en “el parto de los montes”,  además de una fábula de Esopo, expresión que hace referencia a aquello que al principio crea una gran expectación y, luego, con el paso del tiempo se diluye y se queda en agua de borrajas.

 

 

Comentar esta noticia

Normas de participación

Esta es la opinión de los lectores, no la de Página66.

Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios inapropiados.

La participación implica que ha leído y acepta las Normas de Participación y Política de Privacidad

Normas de Participación

Política de privacidad

Por seguridad guardamos tu IP
216.73.216.34

Todavía no hay comentarios

Más contenidos

Con tu cuenta registrada

Escribe tu correo y te enviaremos un enlace para que escribas una nueva contraseña.