Un conocido me contó este domingo una anécdota particular que nos puede servir de espejo sobre cómo el horizonte de esta comarca estará lejano si no cambiamos la mentalidad.

El buen día que amaneció le invitó a dar una vuelta. En su itinerario pasó por una churrería y pensó que era un buen detalle para dar los buenos días.

No pudo ser. Eran las once y cinco de la mañana y a esa hora, por costumbre de toda la vida, ya no se hacen más churros. Este conocido del que os hablo me cuenta que miró quiénes eran los clientes de esta churrería y comprobó que apenas había nadie menor de sesenta años.

Nuestro amigo se quedó sin churros. Le comenté que hay otras opciones, como Domingo en La Rosaleda, que tiene otra concepción del negocio y sí sirve churros más tarde. Sin embargo, este hecho nos viene bien para pensar en cómo van las cosas y qué está pasando.

Hace 20, 30 años, las once de la mañana del domingo era ya tarde para desayunar. Los que tengáis más de cuarenta recordaréis que era difícil comprar pan cualquier día a partir de las doce y tantas cosas que han cambiado.

Sin embargo, hay otras, como esta de los churros, que siguen igual. En general, la gente más joven, el futuro, se acuesta tarde, no madrugan en domingo, se ponen cómodos,  no se mudan de domingo. Las cosas son distintas. Quizás hoy se podría estar vendiendo churros hasta las dos. Y no se acabaría el mundo.

Los churros no son un problema, da igual. El problema es que hay muchos churros en nuestra sociedad local. No hay ganas, no hay imaginación, no hay voluntad para cambiar los hábitos. Todo se convierte en costumbre, en tradición y damos la espalda sistemáticamente a nuevos modos de crecer en un momento en el que lo único válido es mirar la cifra del año en el calendario y ser consciente de lo que significa.

Feliz 2015