Una visita a la abuela, una mirada por el balcón y el preciso disparo en plano picado a unos niños que juegan a canicas en la desde hace décadas inexistente plaza de San Roque.
Francisco Pérez Olcina, Paquito, recogió con su pequeña cámara traída de contrabando desde Alemania todo el ambiente que en ese momento se palpaba sobre el suelo de tierra de la calle, frente a la imagen del santo.
En esta ocasión Francisco Pérez Olcina contó con una ventaja. Hacía poco que no jugaba con las canicas. Año 1953. Paquito contaba con tan sólo 17 años, aunque hacía tiempo que se movía entre carretes y haluros de plata. Comenzó a revelar a los 12 años con una prensa de contacto que instaló en el comedor de su casa, que oscurecía cada vez que quería dibujar con luz imágenes en un papel.
La diversa manera de vestir y de calzar de los protagonistas, las sombras de última hora de la tarde proyectadas sobre el campo de juego, la irregularidad del terreno y las aceras de piedra nos cuentan una realidad de posguerra en la que era preciso bajar a por agua a la fuente y verterla en un depósito para que ocurriera el milagro del líquido esencial al abrir el grifo.
Todo un mundo retratado por un joven Paquito al aprovechar una partida de bolas, como tantas veces ha hecho y sigue haciendo. Seguro que si lo veis por la calle y le preguntáis os confiesa que lleva una cámara de fotos en el bolsillo.
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