Vamos a terminar el mes de enero y prácticamente no sabemos quienes van a ser los candidatos que encabecen las listas electorales, a excepción de Antonio Francés.

Es cierto que con esto de la regeneración buena parte de los partidos deciden el cabeza de cartel con procedimientos de primarias o asamblearios. También es verdad que en teoría no votamos al alcalde, sino a una lista de concejales y que el primer edil finalmente, por pactos o por decisión personal, puede ser cualquiera de los veinticinco.

Esa es la teoría. La práctica es que el candidato que aparezca en el primer lugar de la lista más votada sea el alcalde. Si no, el de la lista más votada que llegue a sumar los apoyos necesarios. Eso siempre que entre las  elecciones y la proclamación no encuentre ocupación mejor, que en esto, la fidelidad no es lo que más prima.

Lo de las primarias,  lo de los tiempos en los órganos de decisión de los partidos son excusas. Ya tendríamos que saber quién se presenta como Gran Jefe en cada formación política, no tanto por ir observando quién es y qué hace realmente,  sino para que esa persona se vaya preparando. Era cuestión de haber empezado antes.

El escogido, si quiere mandar, se tendrá que adaptar el programa, tendrá que pensar nuevas propuestas, tendrá que recoger datos de la realidad. No se trata de un trabajo de ‘coser y cantar’, es más, muchos se van sin haber cosido nunca. Cantar sí.

Cuatro meses es poco. No llegan. Al final, tendrán que improvisar. Ya sé que no es novedad, pero no está bien.