La experimentación es un reto para el buen fotógrafo, que quiere investigar todas las formas de reflejar en un papel el encuadre imaginado.
![[Img #14400]](upload/img/periodico/img_14400.jpg)
Comprobar nuevos objetivos, formatos, iluminación, papeles o películas ha sido siempre la excusa para retratar sensaciones ocultas en la mirada diaria.
Rafael Silvestre así lo hizo en esta foto especial para él. Está tomada en Benicàssim, en un lugar que ya no existe, a principios de los años ochenta. En ella vemos dos características principales de Rafael Silvestre, el oficio de arquitecto y su pasión por la técnica fotográfica.
La composición, con esa línea diagonal imperfecta que desestabiliza nuestras miradas y que nos baja al otro lado, el de un mar que nos trae de nuevo a esta esquina, la del fotógrafo sobre una arena con mil detalles que ver y sentir.
Rafael denomina al otro aspecto como ‘el deseo tecnológico’, que persigue desde que descubrió el revelado cuando estudiaba con 16 años en Madrid, pasión que creció cuando su novia, sin pensar en cuánto tiempo le restaría, le regaló su primera ampliadora. “Se trata de encontrar la ocasión para utilizar un nuevo elemento y exprimir todas sus posibilidades”.
Aquí lo vemos. Tenía un nuevo objetivo gran angular con el que compuso esta imagen, con casi 180º de imagen, imposible de captar hasta para el ojo humano.





















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